Asier Susaeta
Elliot, enrabietado, introdujo otros veinticinco centavos a la máquina del Pac-Man. Se había quedado a dos mil puntos del récord y todavía era pronto para volver a casa; prefería encontrarse a su padre inconsciente en el sofá.
El chasquido al abrir la lata de cerveza le recordó a aquella preciosa chica del callejón, su cuello quebrado. Lo tonta que fue. Rick sintió un escalofrío y dio un largo trago mientras en la teletienda anunciaban un revolucionario juego de cuchillos de cocina por diez dólares más gastos de envío.
Cuando llegó a la oficina, Toru saludó a Naoko, la recepcionista, caminó por el pasillo, dejó tres habitáculos a su izquierda, giró y se topó de frente con Haruki, un programador con forma de bola que engullía un trozo de pizza. Después de hacerse a un lado, corrió hasta su mesa y allí garabateó la idea para un nuevo videojuego que acababa de ocurrírsele.
Alice huía por el laberinto de callejuelas del Mott Haven con el vestido rasgado; solo le restaba una vida. Conocía bien la zona aunque no sabía que la salida a la avenida Jackson estaba cortada provisionalmente. Aquella misma tarde habían comenzado las obras del salón recreativo.
Excelentes micro-historias. ¡Enhorabuena!
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Gracias, Borja. Aunque el micro trate de laberintos, hay uno más: el del lector. A ver si sabes salir de él encontrando el nexo entre las 4 historias 🙂
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Fantástico, Asier. Siento que al final no coincidiéramos en Cantabria.
Un abrazo
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Gracias, Ángel. Seguro que os lo pasasteis genial en San Vicente. Un abrazo.
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